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Los suspiros fueron considerablemente notorios y profundos.
La espontaneidad se esfumaba a la velocidad de los pensamientos dándole paso a las dudas y si bien el suceso era de lo más común en ciertos períodos de tiempo, se paralizó.
Las preguntas eran siempre las mismas y las respuestas eran siempre inciertas, que el día estuviera nublado dejó de ser una coincidencia para convertirse en el valor de la circunstancia de mientras que la existencia no sólo se vinculaba sino que se aferraba de manera feroz y cruel a la confusión que continuaba emergiendo de todos esos lugares oscuros y abstractos que le gustaba habitar.
Un déjà vu de desconsuelo ante las miradas impávidas que entendían de frivolidad.
La ternura hueca, los desencuentros, los desenlaces, las disculpas, el tiempo, siempre el tiempo y el silencio. La intencionalidad oculta pero también desconocida de lo reiterado, 365 días, las manos en su pecho proveedoras de calma ante tanta incertidumbre se deslizan de manera suave pero constante como si estuvieran disociadas del resto del cuerpo; la lluvia, la cama destendida, el libro, la nostalgia, el caos adorado y detestado conviviendo en brillante contradicción.

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